La gente se arregla todos los días el cabello. ¿Por qué no el corazón?
Si te caes siete veces, levántate ocho.
Las grandes almas tienen voluntades; las débiles tan solo deseos.
El sabio puede sentarse en un hormiguero, pero sólo el necio se queda sentado en él.
Cuando te inunde una enorme alegría, no prometas nada a nadie. Cuando te domine un gran enojo, no contestes ninguna carta.
Si quieres que algo se haga, encárgaselo a una persona ocupada.
Nunca se pierden los años que se quita una mujer, van a parar a cualquiera de sus amigas.
El que teme sufrir ya sufre el temor.
El momento elegido por el azar vale siempre más que el momento elegido por nosotros mismos.
Es más fácil variar el curso de un río que el carácter de un hombre.
Cuando bebas agua, recuerda la fuente.
Jamás se desvía uno tan lejos como cuando cree conocer el camino.
Si no quieres que se sepa, no lo hagas.
Antes de iniciar la labor de cambiar el mundo, da tres vueltas por tu propia casa.
Un pájaro no canta porque tenga una respuesta. Canta porque tiene una canción.
El trabajo del pensamiento se parece a la perforación de un pozo: el agua es turbia al principio, más luego se clarifica.
Excava el pozo antes de que tengas sed.
Todos los hombres son sabios; unos antes, los otros, después.
La lengua resiste porque es blanda; los dientes ceden porque son duros.
La tinta más pobre de color vale más que la mejor memoria.
Cada paso que da el zorro le acerca más a la peletería.
Todos los ríos van al mar, pero el mar no se desborda.
El que se pone de puntillas no puede sostenerse derecho.
Aquel que pregunta es un tonto por cinco minutos, pero el que no pregunta permanece tonto por siempre.
Es fácil esquivar la lanza, mas no el puñal oculto.