Sin la otra parte

Mientras los jóvenes nos escapamos del compromiso “para toda la vida”.
Mientras huimos de los sentimientos y nos aferramos al vivir el día a día, sin importar en las posibles consecuencias a terceros.

Hace unas semanas, oí una pequeña historia, que me hizo recordar otras, y a su vez pensar (como mi naturaleza caprichosa me lo dicta -casi- obligatoriamente)
Mi mama, me conto acerca de algo que paso en la escuela en la que asiste mi hermana. Sobre una compañera que se quedo sin padre, y a los pocos meses, también perdió a su madre.
Y mi mama, coloca un énfasis en una ex compañera mía de la primaria, Vanina, quien en un año, perdió a su abuelo, su padre (ambos de cáncer), y a su madre, mas tarde.
Uno acepta el fallecimiento de alguien con una determinada edad, reconoce que el cuerpo tiene una “vida útil” por su desgaste cotidiano. El de una persona de mediana edad por una enfermedad, tal vez. Pero su mujer (la madre de Vanina), no. Ella nunca acepto su fallecimiento, y según los labios de Vanina, comento en confianza, que su madre comenzó a fumar, a beber, y a buscar la forma de terminar con su vida lo más pronto posible. Su madre, olvido algo muy importante, su hija.

También le hice recordar a mi mama el caso de los padres de una familiar nuestra, cuyo padre fallece, y a los 2 días también fallece su madre.

Y ahí, coloque mi reflexión. Es como si algunas parejas no soportan la ausencia del otro. Es como si la vida, no es vida solo.
Algunas personas se enferman, otras renuncian a vivir, y otras no paran de mencionar a los ausentes todas las veces que se pueda, haciendo que el tiempo no les lleve un pequeño recuerdo o un detalle pasajero.
El amor es duradero, el amor es fuerte, solo que los seres humanos somos frágiles y débiles para comprender porque aveces sin la otra parte no estamos completos.