Es un
cuento, que no recuerdo bien cuando lo escribi (presupongo que fue el año pasado). Apenas hoy lo encontre, y pense en publicarlo. Disfrutenlo!
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En minutos comenzó elfuneral. Fui a verlo para despedirme de su cuerpo. Ahora ya frio no responde amis lágrimas, ni a mis risas.
Me acerco a su cuerpo,pero me doy cuenta que el ya se había despedido de mi mucho antes.
El funeral termina, quedosola, es hora de cerrar el cajón; ya no hay cómplices, ni familiares, niamigos, ni vecinos para presenciar esto.
Mis ojos fijos sedespiden con una lagrima de alegría, después de todo hizo que mi vida tenga sugusto dulce.
Llevando el cajón a undestino incierto, casi perdida y en soledad, pelegrinando. La ausencia cada vezmás ausente de los demás, y la presencia más presente de la soledad megobiernan hasta olvidarme del lugar del entierro.
En algún lugar olvidado,tome la pala y cabe tan profundo como sea posible. En medio cae una llovizna, unsimple detalle nada importante.
Hago caer el ataúd, ydejo caer mis flores, mis cartas y la tierra que bese.
Hice un minuto desilencio, y al poco tiempo empiezo a enterrarlo.
El funeral ha concluido,el entierro también, entonces rezo por él, y por mí.
Rezo por él, para quetenga su merecido su descanso.
Rezo por mí, para podercontinuar mi vida sin él.
Entonces quedan losrestos de una relación, difícilmente se olvidan, este es otro duelo. Aun más difícilde llevar, litros de alcohol he bebido y no alcanzo, siquiera a la tibieza desus brazos. No hay persona que ocupe su mismo espacio.
Hay noches, en las que a veces,me acurruco a un costado de la cama, como si imaginara que aun estas ahí. Y enotras, en las que al oír una simple canción, lloro hasta caerme de rodillas.
No puedo con tanto dolorencima. Y lo que temo, más aun, es en volverte a ver.
Acabo de matar a unhombre, acabo de enterrar a un gran amor.