Es una cuestión de actitud

Un martes después de tener otro entrenamiento de futbol, ligo un pelotazo fuerte en la pierna. Fue tan fuerte que me marco el cuero de la pelota en la piel (parecía un tatuaje de un mercedes Benz). Pero yo seguí el juego, sin siquiera pedir agua. Era una cuestión de actitud seguir.
El martes siguiente, el medico llego a casa, y se lo llevo a mi papa a la clínica, lo iban a internar. Mi vieja puso algunos documentos en una bolsa, y yo le preparaba con absoluto silencio y paciencia el bolso con ropa y algunas cosas importantes (como el cepillo dental, chancletas, y ropa).

Mi vieja se va con él, y mi abuelo. A las pocas horas me llama, me dice que está en terapia intensiva. Me asombre, respire hondo y trate de calmar a mi vieja del otro lado del teléfono.
Mi vieja llega a casa tarde, volvió triste, no comió, no durmió… y yo casi como un robot, hacia todo aquello que ella no podía. Era una cuestión de actitud seguir.
Mi vieja rompió en llanto, me dijo que los médicos están creídos que es el corazón, que tal vez le pongan un marcapasos… tome un vaso de agua y un pañuelo, y se los di. Por más que le hablara, no me iba a escuchar. Lo único que pude hacer era abrazarla mientras lloraba.

Llame a una amiga para comentarle sobre mi situación, y ella al oírme, me preguntaba, ¿cómo lo hacía?… ¿cómo podía estar tan tranquila?… y honestamente, no sé cómo pude, pero es uno de esos momentos en el que no pensas, sabes que tenes que actuar así… es como si estuviera preparada para poner a mi mente en el frezer, y despertar a mi sentido común para darle la luz verde a la hora de actuar.

La doctora dio el parte, al mediodía. Ni bien dijo que había algo raro en la hipófisis, la interrumpí y le pregunte si no llamaron a un endocrinólogo sobre aquella glándula. La doctora, me dio a  entender que por el momento solo iban a descartar problemas neuronales. Aguantaba las lágrimas, mientras me dirigía a la camilla de el, y por dentro me autoconvencia, “mi viejo no tiene ningún aneurisma, ni necesita un marcapasos, las responsables de todo esto son las hormonas”. Me lo repetí tantas veces como fuera necesario, era algo coherente, lo incoherente es hacerle caso a las hipótesis de los médicos. Cuando llegue a casa, busque entre las resonancias y tomografías, la famosa manchita… la vi, tan pequeña en el medio de la cabeza, casi como si me estuviera riéndose de todo lo que pasaba. Ahí estaba la famosa hipófisis…
Ahora bien, mi viejo lentamente se iba recuperando; el sábado, caze mis canilleras, y mis medias bordo, lo vi 20 minutos. Charle con él; cuando le pregunte por el que estaba en diagonal. “si, ese se fue pero en bolsita”. Este es el precioso humor negro de mi viejo, aun en terapia intensiva intenta hacerme reír.
Termino mi tiempo de compañía y charla, agarre la mochila y me fui al partido.

Jugamos, nos pasaron por encima, me sentí frustrada por cada pelota que me pasaba por al lado, y no podía hacer nada. Volví a casa con la cabeza baja, cayo un mensaje de texto, me venían a buscar en menos de media hora, en bolas me fui a bañarme, en bolas busque lo más potable posible. Me seque el pelo, me maquille, me perfume, y prepare la cartera a la velocidad de la luz. Me clave un café bien cargado de azúcar… y al toque me cae la noticia de que mi viejo está en una habitación común. Fue el más dulce café que tome.

Ese mismo sábado, en aquella salida, entre las tantas cosas que hicimos, tome la tarjeta dejada a un costado del Marvel vs Capcom. Y me fui a ‘jugar al básquet’. No paraba de meter, una tras otra al cesto, es como si la cabeza necesitara huir de la gente, o descargarse con algún objeto. Los chicos por detrás, miraban asombrados… Leo, creyendo que no iba a meter triples, me jodia, pero yo seguía con la mente fija en ese cesto… Después de ese juego, sentí que el frezer me devolvió la cordura… era una cuestión de actitud.
Y mientras sonaba esa ‘porquería’ por los parlantes del bowling de Tía Lola, no embocaba una línea buena. Caze mi celular con unos míseros, 12% de batería, y le hice sonar AC DC a todo lo que podía. Efecto placebo… y el placer volvió a mis oídos, y la fiera rugía en su calma. Metí una tras otra… era una cuestión de actitud.

El lunes fui a la tutoría de pensamiento científico, sabía que estaba yendo tarde, así que tome el bondi. Quizás demasiado preocupada, quizás demasiado atolondrada,  me caí del bondi de la forma más tonta. Un golpe en la pierna, raspones en las manos, y el pantalón negro sucio. Pensé… que “quizás pienso tanto en mi viejo que no logro concentrarme en mi”.

El martes, volví a futbol, y Julián me dijo lo que mis oídos necesitaban oír, lo que mi cabeza deseaba sentir. “Silvia, el sábado jugaste muy bien”… lo mire con una cara de decepción, “pero no podía llegar”, le conteste. “No, más allá de los resultados, jugaste muy bien”, y Julián seguía haciendo hincapié en el MUY BIEN. “El futbol es un deporte de roce, y desde que llegaste, cambiaste mucho. Ahora tenes mas actitud, sabes posicionarte, vas más a la pelota, le haces frente a las chicas”. Y seguía escéptica, casi sin creérmela.
Volvimos del segundo tiempo, otra vez, me comí un pelotazo en el pecho, y en el brazo… y desde el fondo oigo a Érica cantar, “y Silvia tiene aguante, tiene aguante…”, automáticamente se me dibujo una sonrisa. El dolor se tomó un viaje; me puse de pie, y seguí adelante sin tomar el cambio que me estaban ofreciendo.

En esas semanas comprendí, que todo es una cuestión de actitud. El levantarse, y seguir jugando. El escuchar una voz de aliento desde el fondo, y sentir que el dolor es como sentir cosquillas. El detenerme, y pensar… “tengo aguante”, “esto me la aguanto”, “voy a seguir peleándola”, “este no es el fin”, “todavía sigue”…
No, no hay lugar para el dolor, las decaídas, la decepción, la angustia, el duelo… no, la cabeza es el motor, es el resorte que te pone de pie ante alguna eventualidad… y recordé algo tan básico, ‘todo está en la cabeza’. Sí, todo está ahí…
Por más que tengas todo, si no tenes actitud, no tenes nada. La actitud es lo que te motiva, es lo que te saca de ese punto muerto, te rescata de ese vacío. A veces pienso, que pasaría si este año no arrancaba con futbol. Probablemente estaría demasiado mal, casi sin poder salir de casa.
No necesito desahogarme mis dolores y penas con mis amigos, no necesito ir a un spa, no necesito irme de shopping para ahogar mis angustias, no necesito relaciones descartables para sentirme importante, no necesito comerme una caja de bombones, no necesito rogarle a nadie.
Sí, es un año de mierda, pero acá estoy yo, con mi actitud, cambiando las reglas de juego… quizás más violenta, quizás más acida… hago lo que puedo, yo puedo con esta mochila, me la banco. Estoy convencida, que si no hice lo que tenía que hacer, no me iba a poner de pie nunca más. Y ya estoy demasiado grande para perder el tiempo en contar los obstáculos del camino.
Si, todo es una cuestion de actitud, si estas en el pozo, es porque queres. Todo dolor es curable con el 'aguante' de tus amigos, con el humor de tu viejo, y con la mente bien puesta.